Hablan de justicia social en la 5.ª Semana de la Solidaridad en la UDEM

San Pedro Garza García, Nuevo León, 20 de octubre de 2010.- Más allá de la violencia que subsiste en el país, la sociedad mexicana padece otros males, como la falta de capacidad de asombrarse y de ser solidarios, afirmó hoy el activista José Luis Álvarez Cerda. 

“La enfermedad (de la violencia) está más allá de un narcotráfico, nuestra sociedad está enferma: ya no tenemos sentimientos, el ser humano está perdiendo cada vez más la capacidad de asombrarse y de ser solidario con otros”, señaló el miembro del Centro de Educación en Apoyo a la Producción y al Medio Ambiente, A. C., en Parras, Chihuahua.

Dentro del Foro “Justicia social y económica”, como parte de la 5.ª Semana de la Solidaridad, que se desarrolla en el Centro de la Comunidad de la Universidad de Monterrey, Álvarez Cerda y Fátima Soto describieron el proyecto de una “ciudad educadora”.

El ponente definió a México como un “país de paradojas” y denunció que en zonas no urbanas casi no existe la labor del Estado como apoyo institucional.

“Nuestro país casi no tiene obra gubernamental, ustedes van a las comunidades rurales y no hay Estado, la gente vive como puede, no hay política social, es difícil encontrar justicia, salud y educación”, aseveró.

Agregó que esto se suma la problemática del rezago educativo, que se revela en las estadísticas nacionales de 33 millones de mexicanos sin terminar la educación básica, lo que impide tener un pueblo más informado.

“Somos una sociedad que ha organizado su vida para consumir, y eso nos enajena y la solidaridad, que es un rasgo fundamental del ser humano, se pierde”, indicó.

Un ejemplo de esto es el vía crucis que experimentan los migrantes centroamericanos en su paso por México rumbo a los Estados Unidos, como lo constató Jesús Alfonso Bravo, de la asociación FM4 Paso Libre, en Guadalajara, Jalisco.

El investigador reveló que los indocumentados sufren robos, secuestros, violencia y abusos no sólo por parte de ladrones comunes y la delincuencia organizada, sino incluso de algunos cuerpos policíacos.

El dinero con que viajan, producto de la venta de sus animales o de bienes inmuebles, lo pierden apenas cruzan la frontera mexicana y el resto del trayecto lo hacen pidiendo ayuda o apoyados en albergues; de hecho, la mayoría no llega al destino soñado.

Entre 500 y 600 centroamericanos entran por el sur de México y de ellos alrededor de 30 ó 40 pasar por Saltillo, Coahuila.

“Para ellos, migrar no es una elección, es lo que les toca”, afirmó Bravo, al considerar que la situación económica, los desastres naturales o las guerras civiles obligan a miles de personas a abandonar sus países.

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