Migración forzada y desarrollo desigual*

por  Raúl Delgado Wise
Las reformas neoliberales y el TLCAN provocaron el vuelco regresivo de la economía mexicana, enmarcado en el impulso a una nueva modalidad, asimétrica y subordinada, de integración regional. Este vuelco, que agudiza las dinámicas migratorias y acentúa las desigualdades sociales y territoriales, se produce a través de un triple movimiento: desmantelamiento y rearticulación de la economía mexicana; generación de una desbordante masa de sobrepoblación;y desencadenamiento de la migración forzada
 
p.43-1Desde finales de la déca­da de los setenta y prin­cipios de los ochenta, Estados Unidos impul­sa en México, y otras partes del mundo peri­férico, las políticas neoliberales de ajuste estructural basadas en la triada: privati­zación, desregulación y liberalización.  
Estas disposiciones, que cobran par­ticular ímpetu bajo el andamiaje del Tra­tado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), venían acompañadas de la falsa promesa de reducir las asimetrías entre los países involucrados y abrir una senda franca para que México arribara al primer mundo. Ello, a su vez, al acelerar el desarrollo del país, reduciría las presiones migratorias y mejoraría los niveles de vida y bienestar de la mayoría de los mexicanos.
La historia, empero, ha sido muy diferente: 
Primer movimiento: desmantelamiento y rearticulación de la economía mexicana
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Bajo el influjo de la reestructuración neoliberal se produce en México un ace­lerado desmantelamiento del apara­to productivo, comercial y de servicios heredado del periodo de sustitución de importaciones y una reorientación de la economía hacia una forma peculiar de exportación basada en el trabajo barato.
La orientación exportadora de la eco­nomía mexicana y la modalidad parti­cular de integración regional en la que se inscribe, signada por el TLCAN, son resultado de las prácticas estratégicas de agentes comandados por las grandes corporaciones multinacionales y el go­bierno estadounidense, bajo el paraguas de algunos organismos internacionales. En la génesis y puesta en marcha del TL­CAN figura un sector de la clase políti­ca de Estados Unidos en alianza con las grandes corporaciones transnacionales de ese país y sus contrapartes en Canadá y México. En el caso mexicano, además del gobierno, destaca la activa participa­ción de un sector de la cúpula empresa­rial mexicana encabezada por el Consejo Coordinador Empresarial y que se agru­pa en torno a la Comisión de Organismos Empresariales de Comercio Exterior.  
En ese contexto, México se convierte en poco tiempo en el principal exportador de Latinoamérica y decimotercero del mun­do debido a una supuesta aplicación exito­sa de las reformas económicas. A primera vista, su plataforma de exportación se con­forma en un 90% de productos manufac­turados, de los cuales 39.4% corresponde a “bienes difusores de progreso tecnológico”. No obstante, lo que impera en México, a contra sensu de lo que supon­dría el avance por una senda exitosa de exportaciones ma­nufactureras, es un modelo de exportación cuyo eje es la venta al exterior de fuerza de trabajo barata. Este modelo, que resul­ta funcional al proceso de rees­tructuración de la economía estadounidense comandado por las grandes corporaciones multinacionales basadas en aquel país, descansa en:  
1. La industria maquilado­ra, conformada por plantas de ensamble asociadas a una estrategia de relocalización productiva, comercial y de ser­vicios comandada por grandes corporaciones de origen esta­dounidense para aprovechar bajos costos laborales en Mé­xico. Para el país redunda en una muy baja integración a la economía nacional y, en contrapartida, contribuye al desmantelamiento del en­tramado económico nacional.  
2. La maquila encubierta, entendida como plantas manufactureras con pro­cesos productivos más complejos que la maquila, pero cuya operación se rige bajo el mismo sistema de importación tempo­ral que la maquiladora, como ocurre en los sectores automotor y electrónico.  
Es pertinente subrayar que la maqui­la y la maquila encubierta comparten dos características: a) carecen prácticamente de encadenamientos hacia delante y ha­cia atrás con el resto del aparato produc­tivo, comercial y de servicios nacional; y b) están sometidas a fuertes procesos de precarización laboral con salarios que os­cilan, frente a los salarios manufactureros en EU, en una relación de 1/10 en la ma­quila y 1/7 en la maquila encubierta.
Debido al elevado componente impor­tado que involucran (entre 80% y 90% de las exportaciones totales), su contri­bución a la economía mexicana se reduce básicamente a una exigua derrama sala­rial, esto es, al valor de la fuerza de traba­jo incorporado a las exportaciones. Esto significa que se trata de una exportación indirecta de fuerza de trabajo o, si se quie­re, de exportación de fuerza de trabajo sin que los trabajadores mexicanos salgan del país. Éste es un elemento conceptual crucial que desmitifica el carácter supues­tamente manufacturero de las exporta­ciones mexicanas, y que da cuenta de una regresión en la plataforma exportadora.
Bajo estas grandes consideraciones, si a la exportación indirecta de fuerza de trabajo se le suma la exportación directa de fuerza de trabajo vía migración labo­ral (a la que se refiere el tercer movimien­to), queda claro cuál es el contenido real de las exportaciones mexicanas. De ahí la caracterización del modelo actual de crecimiento exportador como “modelo exportador de fuerza de trabajo barata”.
Segundo movimiento: generación de una desbordante masa de sobre población
p.44El modelo exportador de fuerza de tra­bajo encuentra sustento en una política macroeconómica neoliberal que dogmá­ticamente persigue la estabilidad eco­nómica, entendida como el combate a la inflación y la reducción del déficit pú­blico; es decir, instrumentos macroeco­nómicos procíclicos que ante un entorno mundial recesivo constriñen las posibi­lidades de crecimiento económico. Si además se considera que la política an­tiinflacionaria ha tenido como objetivo oculto la contención y disminución del valor de la fuerza de trabajo, se podrá corroborar que lo que menos importa es generar mejores condiciones de trabajo y de vida para la mayoría de la población.
El aparato productivo que en estas circunstancias se genera se caracteriza por contar con: 1) un segmento volca­do al exterior que a pesar de ser el centro de la política ofi­cial no cumple con el papel de locomotora del desarro­llo nacional y que aprovecha la baratura de la fuerza de trabajo para disminuir sus costos de producción, como ocurre con la exportación in­directa de fuerza de trabajo; 2) un segmento declinante e inconexo orientado al mer­cado interno que no tiene la capacidad para dinamizar el crecimiento económico na­cional y que carece de apoyos gubernamentales para salir a flote, pero que, sin embargo, no ceja en su tarea de generar empleo, aunque en condicio­nes cada vez más limitadas y precarias; 3) un sector de subsistencia que responde a la necesidad autogenerada de crear un espacio laboral propio ante la precarización e insuficiencia del empleo formal, y es el caso de la llamada eco­nomía informal; y 4) un sector laboral transnacionalizado que en la última dé­cada ha sido el más dinámico, y se trata de la migración laboral, o la exportación directa de fuerza de trabajo.
Para dar una idea del problema, en­tre 2000 y 2008 se crearon en México 2 millones de empleos formales; mientras que los trabajadores en el sector informal crecieron en 3.2 millones y los migrantes en 3 millones. Esto significa que hubo un déficit de 6.2 millones de empleos for­males en el periodo, a lo que se suma un descenso en el ingreso salarial y la pérdi­da del poder adquisitivo del salario.
Como corolario del desmantelamiento de la economía mexicana derivado de la implementación de las políticas neoli­berales en el país y su profundización en el marco del TLCAN, se precarizan los mercados laborales y se genera una des­bordante masa de población redundante o supernumeriaria que para subsistir se ve obligada a refugiarse en la informali­dad o emigrar a Estados Unidos. Ante la crisis actual esta situación se ve sensible­mente agravada, dando lugar a severos procesos de descomposición social don­de las fronteras con el crimen organizado se vuelven cada vez más porosas.
Tercer movimiento: desencadenamiento de la migración forzada
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Bajo el modelo exportador de fuerza de trabajo, la migración México-Estados Unidos ha tenido un crecimiento expo­nencial en el curso de las últimas dos dé­cadas. Este crecimiento se acentúa con la puesta en marcha del TLCAN, posicio­nando a México como el principal emi­sor de migrantes a Estados Unidos. Las dimensiones que alcanza el fenómeno migratorio son por lo demás elocuentes: en 2007 la población de origen mexicano que reside en Estados Unidos se estima en casi 30 millones de personas, entre emigrantes —documentados o no— na­cidos en México (12 millones) y ciuda­danos estadounidenses de ascendencia mexicana. Se trata de la diáspora más grande del mundo establecida en un país.
La migración mexicana a Estados Unidos ha experimentado también cam­bios cualitativos de primera magnitud en cuanto a escolaridad, composición étnica y de género, mayor permanencia de los flujos, etcétera; sin embargo, su carac­terística más importante es que asume, con más fuerza cada vez, el carácter de un desplazamiento forzado. En este sen­tido, quienes participan en la corrientes migratorias son, en su mayoría, personas literalmente expulsadas de sus territorios que abandonan sus lugares de origen por necesidad, con la esperanza de acceder a medios de subsistencia u oportunidades de movilidad social.
Las condiciones en que se producen estos desplazamientos conllevan múl­tiples riesgos y peligros a lo largo del periplo migratorio —particularmente para los migrantes de baja calificación—, incluyendo su exposición permanente a condiciones de precarización laboral y exclusión social en los lugares de destino. Más aún, los migrantes internacionales están siendo crecientemente sometidos a políticas y prácticas de criminalización, racialización y discriminación, que no sólo los convierten en segmentos vulne­rables y segregados, sino que muchas ve­ces ponen en riesgo su propia vida.
Es importante destacar, por último, que en virtud de la prolongación he­misférica de la política de integración económica promovida por el gobierno estadounidense, México se ha convertido en el principal país de tránsito del mun­do. Se trata, al igual que el flujo de con­nacionales a Estados Unidos, de un flujo de migración forzada sometida a condi­ciones aún mayores de vulnerabilidad y segregación social, donde el creciente número de víctimas en territorio mexica­no constituye un foco rojo, un gravísimo y vergonzante episodio en los anales de la historia nacional, que no puede ni debe ser soslayado. 
*Publicado originalmente en la Revista México Social el 01 de diciembre 2011.                      Link: http://goo.gl/eh3td

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